Remy

Ella llegó a la cita media hora antes de lo marcado. Era tanta su emoción que se vistió con las mejores prendas con las que contaba, se perfumó con sus mejores esencias y se pintó la cara de una manera exuberante. Y ahí estaba esperando en la estación Allende. Una niña jugando a ser mujer, una niña de dieciséis años disfrazada de puta, una princesa encerrada en su torre esperando la llegada de su príncipe azul y así esperando su libertad.

Los metros llegaban y ella se emocionaba con cada metro que pasaba. No conocía nada de él, sólo conocía su excelente sintaxis y ortografía, su elocuencia para jugar con las palabras y ese sentido misterioso que él sabía meter en cada frase; pero no conocía su rostro, tan sólo conocía de él una foto. Aunque eso bastaba para que ella lo encontrara a él.

La gente seguía bajando y subiendo de los vagones y ella seguía esperando. Los minutos pasaban lentos y el reloj del metro casi se aproximaba a la hora esperada. Ella no se movía del lugar en donde habían quedado, pues si se descuidaba por tan solo un segundo corría el riesgo de perderlo por completo.

Los minutos pasaron y él ya contaba con media hora de retraso. Por más que ella volteaba a todos lados no lograba ver a su príncipe, pero ella no se daba por vencida, seguiría esperando. Pobre niña, pobre mujer, pobre ilusión. Su corazón ya no sentía emoción tan sólo sentía tristeza. "¿Y si le pasó algo? ¿Y si lo descubrió su mujer?" La inocente se hacia esas preguntas como tratando de ocultar la verdad de su situación con una tragedia. No quería darse cuenta de la realidad.

Una hora de retraso, ella se encontraba llorando. Llora niña, llora que así es mejor. Decidida por fin de dejar el encuentro dio media vuelta y se dirigió a la salida. “¿Jazmín?” Escuchó su nombre de lejos y su corazón se llenó de alegría y sus ojos que derramaban tristezas brillaron como dos faroles en la obscuridad. Era él, era su hombre, su quimera, su juego, su salvador, era él gritando su nombre. Un hombre bien vestido, atractivo, maduro, esperándola del otro lado del metro para llevarla al reino que ella tanto deseaba, al sueño que él le había prometido, al lugar de felicidad donde ella podría tocar el cielo y sentirse mujer por completo. Y así fue...

Después de ese día ella no volvió a ver a José. Pero su príncipe quedará siempre en su vida, su salvador que por un momento fue amado y ahora odiado desde el fondo de su vientre, seguirá viviendo en ella. Jazmín, ya no eres una niña, ya no eres una señorita, eres una mujer, una mujer por completo esperando de nuevo. Jazmín cumpliste tu sueño.
3 Responses
  1. Manguito Says:

    Proyecciones, deseos y finales esperados. Ante todo está bien. Lindo, muy lindo.
    Saluditos Remy


  2. Sp Says:

    quiero un principeeeeeeeeeeeeeeeeeee


  3. DeLiA Says:

    worales!!!!!
    no pues creo que busco un príncipe pero no en esas circunstancias eh!!!!
    pero genial el relato!!!!!
    me encantó